Apenas si recuerdo vagamente
ya desde dónde vengo.
Y eso que he tratado de esforzarme
al andar los caminos, señalando mi rumbo
con hilachas de mí,
que a base de abrasarme en el instante,
van dibujando a fuego un mapa mudo,
y quedan adheridas
en espinos y piedras.
Igual que un entomólogo,
hechizado
por el roce ligero
de unas alas de seda ,
que sigue sus derrotes, pues pretende
llegar a hacerlas suyas
e imperecederas,
yo atrapo los momentos
-ya se sabe
lo frágil que es el tiempo,
cómo vuela-
Da lo mismo
si son o no sublimes,
todos tienen
un algo que merece celebrarse.
todos llevan implícita en su esencia
la condición de únicos.
Por eso yo les rindo mi homenaje
de admiración y reconocimiento.
Y, queriendo guardar intacta la impresión
fugaz de su belleza,
hago el intento vano
de dejarlos grapados toscamente
sobre la frágil piel de la memoria
en forma de poemas.
Qué gran acto de fe
-o acaso de mayúscula estulticia-
creer que algún futuro,
que no sea el del polvo y el olvido,
les espera.
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