No espero que de mí se compadezca
el aire y se apresure a ser consuelo
del pecho o se me vuelva terciopelo
la luz cuando anochezca.
Con tal que la memoria su escalpelo
no use contra mí y no se crezca
en el insomnio, justo es que agradezca
tanto favor al cielo.
El cuero encallecido
tengo por la derrota y su coraza
preserva el alma a salvo del espanto.
Únicamente pido
librarme del pesar que me atenaza
y que llegue a aliviarme el manso llanto.
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