Cualquiera,
un día
se levanta con el humor traspuesto
coge un
papel y escribe
unas
cuantas palabras en hilera
con un
cierto sentido
y dice
sin rubor:
“ He
escrito un poema”.
Y luego
se dedica a ir pontificando
sobre
qué es -o no - la poesía,
sobre
la idiosincrasia
vertebral
del poeta...
Que
venga y me lo cuente
dentro
de cuatro lustros
y de
veinte mil versos.
Yo,
que he
doblado ya
bien
colmada esa cuenta,
solo sé
que he
pasado la vida despiojándome,
sílaba
resignada
a
sílaba rebelde,
de
todas mis miserias.
Que he
intentado encontrar
qué
letra y qué música ponerle que le cuadre
a la
banda sonora de vida.
Quizás
a los romances ,de bolero...
¿ De
tango a las traiciones?
¿De
jazz a los fracasos?
De vals
,sin duda alguna ,a las sorpresas.
También
sé que por esto no merezco
que
nadie me dé el nombre de poeta.
Que
solo lo ameritas si consientes
en irte
desangrando gota a gota
acento
tras acento estremecido,
al
ritmo que te dicta
cada
latido de tu corazón
hasta
que ya no puedes seguir sus exigencias.
Hasta
que ya no tienes
más
sangre,
más
impulso,
ni más
verdad doliente que ofrendar
en el
sagrado altar
sediento
de Calíope.
Hasta
que solo corre , en su defecto,
poesía
por tus venas.
Así,
casi
extasiado ,
rendido
y entregado a la emoción
poeta
lo es cualquiera.
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