Este cansancio ingente de los días
que pasan sin que pase apenas nada
y le van regalando a tu mirada
destellos de tristezas y de melancolías .
La espina cruel del desamor, clavada
en la mitad del pecho , que porfías
en purgar, avenando poesías,
eligiéndote exangüe antes que agangrenada.
Más que nada, ese extraño escalofrío
al presentir las fauces del vacío
abiertas y ansiándote de forma vehemente.
Todo apunta a que aboca al sumidero
el futuro y a falta de asidero
solo queda, in extremis, nadar contra corriente.
Aferrarse al ardiente
clavo de la esperanza , consumida a incorduras.
Ceniza ilusionada quieren las sepulturas.
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