Lenta y golosamente
paladea la piel esta caricia
obsequiosa del aire, raso y fuego,
que la inflama y la enerva
A pesar de ser pasto
de un invierno perenne, con su abrazo de frío,
no estaba muerta, no,
solamente dormía
la pasión de la carne.
Mientras soñaba , acaso,
ser, como en otro tiempo,
una tierra dispuesta al roce de la vida,
voluptuosa y fecunda,
preñada de esplendores,
Y esperaba un aliento,
aleteo caótico,
capaz de despertarla
y hacerle recordar qué placentero es
vivir intensamente veranos tropicales.
Sentirse nuevamente
incendiado tapiz, donde otra vez florecen,
salvajes, las orquídeas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario