sábado, 19 de junio de 2021

La Mensajera de la Lluvia.



Yo,

triste ser miserable

fabricado con polvo,

cuyo rutina diaria es patear sin rumbo

sobre el polvo de todos los caminos,

no me puedo quejar si estoy llamada

a ser intrascendencia.


Nací para pasar,

sin detenerme,

llevándome en la piel, apenas insinuados,

los aromas volátiles

de las flores que nunca cogeré,

pues nunca fueron mías,

y en las plantas, tatuados, los recuerdos

ariscos de las zarzas.


Por no quedar,

ni quedarán mis huellas

detrás de mí,

habrán de confundirse

con tantas como yacen sobre el barro.


Pero mi voz,

mi voz, 

que finge ser arpegio 

enamorado del goce de vivir,

mientras que me desnuda  por la boca 

el alma y la desangra,

fluido dolor, vaciándose

en palabras de raso y calentura,

mi voz,

pura emoción,

 sí se merece

un aire que la acoja y la divulgue,

un oído aguzado que la atienda.


Hecha de suavidades,

infatigablemente se derrama

sobre este erial preñado de  asperezas,

como premonición de redenciones

que tienen que llegar.


Ella es mensajera de esa lluvia,

que en mitad del desierto de este mundo,

cualquier sediento espíritu,

-contra todo pronóstico-

con devoción espera.


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