Cómo escuece la ausencia
que llevamos oculta tras los párpados.
Es una silenciosa tempestad
dispuesta a desbordarse.
Si pudiéramos
quitarnos a puñados de los ojos
su pegajoso lastre , sin herirnos,
igual que nos quitamos las legañas...
Encontrar la manera de dejar de sentir
el modo en que su peso nos anubla
los días más radiantes,
Acaso así lográramos
mirar hacia el futuro
sin ninguna hipoteca en la mirada.
Ya solo quedaría deshacernos
de esa sensación de desamparo
y de fragilidad,
que congela el aliento
y entorpece los pasos del latido.
Y de tantas imágenes
de unos tiempos pasados , más felices,
que sabemos que ya no volverán...
Que al llegar la estación de las renuncias
son para un corazón desheredado,
aun siendo exiguo,
el único consuelo.
Pátina de oropel en la memoria,
de tacto quebradizo.
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