En el aire,
abrumado
por su propia impotencia de mostrarse impasible,
no caben ya más gritos.
Es este un tiempo inhóspito
en que el dolor se palpa, omnipresente y sólido,
en que todas las voces
de él se hacen eco
y estallan al unísono.
En medio de este escándalo
¿ Quién puede
recordar las canciones que invitaban
a los pies a bailar,
a latir descuidado al corazón
a echarse a volar, libre de límites,
a la farandulera fantasía.
Si al menos mi cabeza
estuviese en silencio,
en lugar de haber dado en ser la sucursal
de una pajarería...
No sé
si merece la pena continuar empeñada
en mantenerme viva y seguir escuchando
como una granizada estrepitosa
todo el llanto del mundo
y el suplicio perenne
de mi murga obstinada.
Únicamente existe
una férrea certeza que me ayuda
a seguir resistiendo.
Estoy segura, ahí,
en cualquier recoveco de alguna de las vísceras
prosaicas que atesoro
dormita ya, dispuesta a despertarse
cualquier día de estos,
la semilla callada
del germen del milagro.
Que llegará a arrullarme,
como lluvia en mi oído
de rumor primoroso,
la sedante cadencia de algún nuevo poema.
No hay comentarios:
Publicar un comentario