Por nadar en el fondo de tus ojos
suspiraban los peces de colores.
Y yo los secundaba.
Porque tan solo allí
se podía encontrar en este mundo
la sensación tan mágica
de limpieza, de paz
y bienaventuranza.
No tienen los arroyos
que nacen en las más altas montañas
más pura, más risueña
y cristalina el agua.
Con solo zambullirme
en ellos, me empapaba
del cariño infinito
que había en tu mirada,
tanto como la mía
inmensa devoción transparentaba.
Así es como se gesta,
en virtud del milagro del amor,
la comunión almática.
Hoy, que no estás conmigo,
¿ a dónde miraré cuando precise
un momento de calma?
Si hasta el aire se ha vuelto un enemigo
que me quema en el pecho,
pues me recuerda en cada bocanada
que tú ya no respiras...
lo que te echo en falta.
Por ahogarme en el fondo de tus ojos,
mi corazón suspira al evocarte al alba.
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