jueves, 1 de diciembre de 2022

Agridulce


 

Deshojar margaritas,

componer melodías inspiradas

por el chirrido agraz de la carrucha

cuando sacaba el agua,

perseguir caracoles

y ver crecer las sombras en las tapias,

era todo el quehacer de aquellas tardes

de holganza ingenua, tedio

y bienaventuranza.


Porque el aire llevaba entre sus pliegues

suspiros de lavandas,

los huesos no dolían

ni en el pecho

las ausencias pesaban.


Un rincón al resguardo de los vientos

donde dormir la siestas, respirando

el sosiego perfecto que emanaba

un perro acurrucado junto a ti.


Entonces no lo supe,

pero esa molicie,

esa tibieza

y esa compañía regaladas

eran el rostro auténtico

de la felicidad.


Después ha sido todo

un ir vagando a tientas, desnortada,

por diversos paisajes emotivos

persiguiendo su idea peregrina.


Y un perderse en los predios

de la desesperanza.


Hay que tratar de hallar algún consuelo.

Toca volver al rito de enfrascarse

en las evocaciones.


Agridulce,

beso y mordisco, es el sabor de boca

que deja la añoranza.


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