Es versear como una borrachera
que anda a pata coja
sobre la cuerda floja,
y no debe tomarse a la ligera.
Pues suele suceder que se sincera
la lengua y te sonroja
al cabo lo que arroja
sin pudor esa boca majadera.
No te vale mirar para otro lado,
ese desaguisado
hay que asumir con ánimo contrito.
El único consuelo del beodo
es que, después de todo,
se queda al vomitar muy a gustito...
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