Siento una llaga urente y no consigo
exprimirle el dolor que la alimenta,
pues, igual que mi piel o mi osamenta,
donde quiera que voy, viene conmigo,
Con tal de soportarla, hasta me digo
que nunca hay mal que un bien no traiga a cuenta,
que su marchamo rojo me ornamenta,
igual que una amapola sobre el trigo.
Candelilla votiva, que encendida
dentro del pecho, en su latir proclama
fervientemente su razón de vida.
Por cada ausencia se prendió tal llama...
Es mal de muchos... sufrirá esta herida
-más pronto o tarde- todo aquel que ama.
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