No sé qué más hacer, ni qué inventarme
para adornar al tiempo sin matices
que hoy vivo y no logro ya tragarme
los cuentos de banquetes con perdices.
Por mucho que procuro ensimismarme
recordando otras horas más felices,
apenas si consigo no enfrascarme
en lamerme las viejas cicatrices.
Rebrota así el dolor, lo que hace urgente
exprimir la maltrecha fantasía
y extraerle esa pizca efervescente
capaz de devolverme la alegría.
Que me evite caer inútilmente
en el marasmo de la melancolía.
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