Traspirar indolencia
acaso sea el único gesto que aún nos cabe
de rebeldía final.
Dejar pasar los días,
suavemente,
sin que su roce cause más daño del preciso
en la fina y sensible
epidermis del alma.
Disfrutar a conciencia
de este sol otoñal, tibio regalo,
igual que un gato viejo
acogido al abrigo de una tapia
Esperando a que llegue
la eternidad, despacio,
con su aliento de frío a reclamarme.
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