Hay noches
en
que chisporrotean las luciérnagas
en
torno a nuestras almas,
que
por arte de magia parece que se olvidan
del
peso de su cuerpo aderezado
con
todas sus variadas mezquindades
y
lucen extasiadas
mientras
bailan un vals.
Y
hay días que amanecen
aburridos,
hambrientos
de snobismos que nos hagan
sentir
menos esclavos de la prosa.
El
resplandor del alba es ya todo un augurio
de
instintos homicidas,
de
esos que con gusto se relamen
imaginando
el sabor metálico
de
la sangre en la boca
y
olfateando un rastro tembloroso
de
la debilidad.
Se
prepara el puñal hecho silencio
y
se adiestra en el arte de ir emasculando
el
discurrir sereno que debiera
hacer
dulces las horas.
Si
Dios no lo remedia,
después
de que la calma se corrompa
y
acabe con el poco de cordura
que
le quedaba al aire
empezará
a gestarse la tormenta
a
base de miradas que quieren ser relámpagos.
De
palabras que suenan como truenos
y
son como un diluvio de granizos
sobre
el vergel endeble de la felicidad.
Contra
los grandes males
es
preciso inventarse una estrategia ,
de
esas que si bien apenas sirven
para
ganar batallas
no
pierden ni una guerra...
Yo
nunca digo nada,solo afilo
el
destello inclemente de la lágrima
y
te miro a los ojos.
Y
sibilina
y
seductoramente
sonrío.
Mientras
busco el latido caliente y confiado
sobre
tu yugular.
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