Ahora
me parece tan lejano
aquel
tiempo colmado de armonía
en
el que despertar sin acedía
era
el pequeño lujo cotidiano.
Tuvimos al alcance de la mano
cosechar
la abundancia de alegría
que
con cordialidad nos ofrecía
el
talante rumboso del verano.
No supimos comer a dos carrillos
y
a la vez atestarnos los bolsillos
de
chochos y de risas en conserva.
Hoy, que el festín cesó y sobre la hierba
no hay ni migas de fastos ni favores,
si
de nostalgia mueres , no me llores.
Antiguos esplendores
no
espantan la escasez, pero preserva
su
recuerdo de ahogarse en sus languores.
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