Nunca
sé lo que ves en mí cuando me miras...
La
soledad, lo entiendo, es mala consejera
puede
hacer que en mi rostro confundas la quimera
de la
venus de nácar y espuma a la que aspiras.
Por
eso, antes que sea más tarde, te prevengo:
no
quieras esculpirme con perfección virtuosa
en
mármol duro y frío, a imagen de una diosa
de
dulce voz fatídica de mar, que yo no tengo...
Soy
una tierra antigua, que hoy es aventura
si
quieres descubrirla, conque no te demores
y
cálate bien nítidos, la fe y los anteojos.
Quiero
que al fin me veas, tal cual, de carne oscura
y
corazón traslúcido, quizá así te enamores
de la
mujer que surge desnuda ante tus ojos.
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