Hasta
que decidimos volver a colgarla en la pared , vibró
y nos hizo vibrar a los allí presentes con el amplio abanico
de todas las emociones posibles.
-A
Ver Manu, como tú sabes… Como a él le gustaba…
El
toque virtuoso hirió el aire y la taranta consiguió ponernos la
carne de gallina .
-Dale,
Nenu…
-Ahora
tú, Quillo…
Soleás,
martinetes, fandangos, bulerías, cañas…, materializando tristeza
, melancolía, alegría.... orgullo de haber disfrutado del honor de
tenerlo como maestro, nos vaciamos por última vez sobre ella con
sobriedad y hondura ,como tantas veces nos había enseñado.
Luego
quedó allí, rotas sus cuerdas , testigo enmudecido de lo
irrepetible.
Homenaje callado a la grandeza del abuelo.
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