Sin
una duda, sin un gesto que me delate ,rutinariamente, intercambio sus
pulseras identificativas.
Me
temblaban las piernas el día que me arriesgué al primer y solitario
cambio. Con el paso de los días,al ir ampliando el
número,fui ganando confianza, hasta que he llegado a sentirme
como una especie de pequeño dios , capaz de decidir su
futuro.
Ahora
los críos ya lo toman como parte del protocolo y yo ya
no siento ninguna emoción al transgredir por completo la monótona
tarea ,tan poco acorde con mis aptitudes, que me fue asignada
por El Cómite:
Azules
hacia la izquierda, donde el aleccionamiento los condicionará
como dóciles peones de por vida.
Verdes
a la derecha , rumbo a la educación rigurosa y esmerada,propia
de la élite dirigente .
Todo
lo decide también el Comité, claro está.
Debieron
haberlo mediatado mucho más, antes de considerar
no apto a mi hijo.
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