Seguramente
aún
conservan
las paredes intacta la memoria
del
calor que conforta, los susurros que arrullan
y la
risa que alegra ,
de qué
textura tienen
los
sutiles atisbos de la felicidad.
Seguramente
en tiempos
aquí
habitó la vida.
Antes
de que el desánimo
impregnase
el ambiente de este olor opresivo,
a
inminente colapso.
A
derrumbe interior.
El
polvo
se ha
posado en los muebles
y
levita
con
un temblor ligero sobre el aire ,
dorando
levemente
ese
rayo de luz que que ha conseguido
vencer
el halo opaco del cristal
Una
escenografía
blanca, fantasmagórica, enranciada
con el
rumor de antiguos suspiros caducados
asemeja
la casa,
más no
importa.
Se
podrían paliar los desperfectos
sin
esforzarse mucho,
bastaría
levantar
las persianas y aplicarse
en
sacudir con brío ,
en
restañar a fondo los quebrantos
en
refrescar la atmósfera, logrando devolverle
algo de
su esplendor.
Pero
quién lograría disipar
la
malsana querencia de la ilusión exangüe
por
abrazar el ensimismamiento.
Por
olvidar sus duelos sepultándolos
bajo un
espeso manto de indolencia y ceniza.
No hay comentarios:
Publicar un comentario