jueves, 24 de agosto de 2017

Indolente ceniza


Seguramente aún
conservan las paredes intacta la memoria
del calor que conforta, los susurros que arrullan
y la risa que alegra ,
de qué textura tienen
los sutiles atisbos de la felicidad.

Seguramente en tiempos
aquí habitó la vida.

Antes de que el desánimo
impregnase el ambiente de este olor opresivo,
a inminente colapso.

A derrumbe interior.

El polvo
se ha posado en los muebles
y levita
con un temblor ligero sobre el aire ,
dorando levemente
ese rayo de luz que que ha conseguido
vencer el halo opaco del cristal

Una escenografía
blanca, fantasmagórica, enranciada
con el rumor de antiguos suspiros caducados
asemeja la casa,
más no importa.

Se podrían paliar los desperfectos
sin esforzarse mucho,
bastaría
levantar las persianas y aplicarse
en sacudir con brío ,
en restañar a fondo los quebrantos
en refrescar la atmósfera, logrando devolverle
algo de su esplendor.

Pero quién lograría disipar
la malsana querencia de la ilusión exangüe
por abrazar el ensimismamiento.

Por olvidar sus duelos sepultándolos
bajo un espeso manto de indolencia y ceniza.

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