" La vida es bella”
-dicen-
y
con seguridad
así debe ser para todos aquellos
que
todavía son capaces de mirarla
a
través de un cristal
de
rosados colores.
Para
los avisados y los lúcidos,
que
conocen sus trucos y sus mañas
y
que ya son inmunes
a
los filtros que suelen poner en nuestros ojos
la
ignorancia supina y la inocencia,
la
vida se presenta comúnmente
con
tintes más sombríos.
Menos
mal que también
la
vida es sabia
y
suele irnos sembrando,
con
prudencia exquisita el cristalino
de
opacidades varias , que suavizan
los
perfiles más áridos y austeros
de
la realidad,
hasta que su rigores, poco a poco,
se van desdibujando.
Hasta que ya no ves
más
que lo que conviene.
Lo
que, aunque no deslumbra ni ilusiona,
tampoco
duele mucho.
Lo
que te guarda a salvo
de
los derrumbamientos catastróficos
que
estos tiempos convulsos con claridad anuncian.
Y
permiten que vivas
casi en paz ,
instalada
en
la melancolía resignada y ausente
de
tu mundo interior
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