No es
excusa bastante el que tremola
por ser
fiel a la brisa, o el que imita
el
vaivén que desangra a la amapola
sobre
el trigo extasiado que crepita.
Ni que
deba plegarse a la inaudita
sinfonía
de azules que ola a ola,
cadencia
hasta el dolor, silente grita
en mar
en su oquedad de caracola.
A veces
me pregunto si es que existe
la
justificación para el latido
de un
corazón tan monocorde y triste.
Pero si
es por amor, del disparate
tenéis
la explicación, es bien sabido
de
siempre que es un loco de remate.
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