viernes, 9 de agosto de 2019

Los topos ciegos


No vale ya la pena
andar disimulando

He de reconocerlo, estoy perdida.

Ha sido mucho tiempo
de andar tras de algún Sur de rostro amable,
dispuesto a recibirme
con los brazos abiertos y cargando en sus manos
los presentes sencillos de su eterna alegría,
de sus aves aves exóticas ,
sus orquídeas silvestres,
y su  amor más salvaje .

Y ahora alguien me dice
que está de moda el Norte
con su estrella de anuncio...

.y yo sin enterarme...

Pero a mis años da como  pereza
 empezar ese viaje hacia un lugar lejano ,
sin estar muy segura de si es que alguna vez
consiguió conquistar el suyo nadie.

Si hay quien llegue a hacerlo antes que el Sol se ponga,
que venga y me lo cuente...

No es fácil encontrar el rumbo exacto
en un mundo sin límites
donde todo son mares
de dudas,
inundados
de espejismos radiantes  y neones,
donde cantan con voz de gata en celo
un vals  
-o acaso un  requiem-
  las sirenas,
pero yo, por las luces mortecinas
que se recuestan sobre el horizonte,
juraría que voy hacia el Oeste...

Y tampoco es tan grave , ni voy a derramar
por ello media lágrima.

Porque la Luna Nueva
se ve igual de redonda en todas partes

Y todos los caminos conducen a esa Roma
ubicua,
que termina concentrada
en la mitad exacta de tu ombligo,
y cada día arde
para darse el placer
de levantarse de entre sus cenizas.

Mejor me quedo aquí,
donde ya me conozco este paisaje
en que arraigó entre polvos y sudores
la delicada flor de mi querencia.

Los sueños ,
quedarán
para otra mejor vida.

Cuando el barro
al fin logre olvidarse de que se debe al barro.

Cuando el dolor reniegue
de apegarse a la carne

Cuando los topos ciegos tengan alas
y ,siguiendo el rumor del extravío
vital del corazón,
aprendan a orientarse


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