Esta
tarde de otoño,
de
luz tan somnolienta,
es
buena para el tedio y para deslizarse
por
el resbaladizo talud de la añoranza
que
siempre está al acecho.
Y
más cuando una mano
se
posa en el piano y distraídamente
le
arranca algo así como un inconsolable
e
íntimo rumor.
Evoca
melodías
que
se fueron quedando cautivas en sus teclas,
apenas
garabatos trazados sobre hojas
dispersas
por el suelo.
Intento
convocarte con un arpegio frágil,
de
esos que emocionan
como
el canto de un pájaro que trina
despidiendo
al crepúsculo,
en
cuyas notas pueda volver contemplarte.
Navego
en un océano inundado
de
armonía infinita
y
en mitad de una escala interminable
te
vuelves perceptible
cadencia
que enamora ,
etérea,
inolvidable...
Me
acompaso a tu ritmo,
por
ver si te retengo
enredando,
a base de pasión,
mi
latido a tu pulso ,
pero
todo es inútil,
se
van desvaneciendo poco e poco
en
el aire la magia y el sonido
Luego
llega el silencio,
destilando
su muda verdad sobre la noche
desangelada
y triste,
con
su abrazo de frío
sobre
mi solitaria desnudez.
Sin
ti se ha vuelto humo
esa
canción de amor hecho tibieza
que
en otro tiempo supo confortarme.
Pero
aún permanece,
pálido
entre mis dedos
tembloroso,
como
una mariposa que agoniza,
el
recuerdo aterido del eco de tu voz.
No hay comentarios:
Publicar un comentario