Escribir
un soneto, bien merece
que le
pongas dos velas a esa musa
que,
aunque lleva tu nombre, no obedece
y
acudir cuando llamas se rehúsa.
Cántale
esa canción que la engatusa,
llórale,
por si así se compadece...
Es que
nadie nació con ciencia infusa
y su
soplo al oído se agradece.
Y si no
te hace caso, pues se prueba,
con
tal de terminarlo con decoro,
a ofrecer misas negras al infierno.
Por un
soneto ardido, que conmueva,
se
vende el alma, no hay ningún desdoro
en
aspirar a conquistar lo eterno .
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