sábado, 3 de octubre de 2020

Colapso final



No hay ninguna épica

en el loco galope del latido,

ni suele resultar estético el resuello

que pretende sorber

ansiosamente el aire.


Por mucho que nos cuenten las películas,

no hay gloria en la muerte.


Se consuma

arropado en dolor, envuelto en miedo

el colapso final ,

donde se enfrenta

el hombre a su verdad , triste y desnudo,

sabiendo en carne propia con cuanto rigor hiere

con su abrazo de helor

la soledad,

única compañera en este trance.


Por eso hay que inventarse una epopeya

que en algo nos redima y justifique

tanto tiempo perdido

en cultivar con autocomplacencia

el jardín infinito

de nuestras vanidades.


Para olvidar que el alma de la arcilla,

aunque niegue a la prosa,

debe volver al barro

y tiene de antemano perdida la batalla

de intentar sublimarse,

que aunque corteje al verbo

acariciándolo

hasta que tiembla

y resplandece

y arde,

su esencia se le escapa.


Solo le queda, pues,

resignarse a ser sombra

apenas insinuada entre las sombras

que van hacia Poniente.


Y aceptar lo que hoy toca ,

culminar su destino de destello fugaz,

que en silencio se extingue

mientras muere la tarde.







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