Porqués y cómos,
dudas , que ponen
peso en el alma,
viejos tabúes
bien remachados al adeene,
que son un lastre del raciocinio,
miedos sin nombre...
Cada vez cuesta más sobrellevar
esta pesada cruz de pretender
llegar a conocerse.
Porque el tiempo se acaba,
pero nunca terminan las preguntas
sobre tu estrafalaria condición
de barro sensitivo.
Y mira que lo intentas...
Volverte del revés
y que macere
el Sol tus entretelas más ocultas
y evapore su esencia
y aun así
seguir sintiendo que te queda sombra
de ti que descubrir.
Y ¿cómo sanear
esa casa interior, deshabitada
de inocencia,
que acopia
tanta fragilidad,
tanto secreto
en todos sus rincones?
Poco a poco,
al ritmo estacional e inexorable
que marchita mi piel,
sin pausa,
lo percibo,
mi castillo interior se va desmoronando.
Sobre el polvo
escribo mis patéticos poemas
sobre la rendición al polvo omnipresente
que presiento.
Confío
en que ellos consigan remoler mis reservas,
violentar a placer mi intimidad
y mostrar al trasluz
su verdad al desnudo.
Esa que a duras penas
sobrevive,
temblando,
atrincherada
en las zonas oscuras de mí misma.
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