martes, 27 de septiembre de 2022

Austral señuelo


 

Siempre está ahí,

con su señuelo

de adormidera y raso,

la venial tentación de liberarse

del peso de los días.


Es fácil,

sobre todo

en estas horas plácidas de las tardes  de otoño,

de luz dorada y aire reposado,

en que las garzas son sobre el azul

una fecha apuntando

hacia la austral bonanza.


Basta cerrar los ojos y dejarse llevar

por las ensoñaciones.


Esas en que te olvidas

de tu esqueleto grávido, hasta poder sentir

que las alas te crecen y que vuelas con ellas

hacia las tierras cálidas en que no existe invierno

ni se empeñan las ramas en irse desnudando

mientra tiemblan los mirlos,

ni la tierra desprende vaharadas que hablan

de rigores futuros.


Pero atardece pronto

en otoño

y refresca

cuando cae la noche.


Despierto.


En plena cara

como un aliento frío e implacable ,

la gris realidad de nuevo me golpea.


¿Quién soñó que en la casa del mísero y el viejo

pudiese prosperar una esperanza?

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