Me voy acostumbrando a vivir en la sombra.
he aprendido a sentirla un espacio al abrigo
de los deslumbramientos, donde incluso consigo
que apenas ya me duela cuando nadie me nombra.
A su amparo, hasta el tiempo se me vuelve un amigo
que me va acariciando el alma y me la alfombra
de un íntimo y silente don de quietud, que asombra
cuando logra que llegue a encontrarme conmigo.
Hoy me apeo de un mundo que no aprende e incide
en repetir, patético, sus múltiples errores,
mucho mejor que crea que he muerto y que me olvide.
Tal como yo en olvido eché sus sinsabores
y me embebo en mi gozo claustral, donde reside
el eco embellecido de todos mis amores.
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