Después de tanto andar
en busca de un atisbo
de luz,
sentirse a oscuras...
Y en ascuas.
Soportando
la mortificación por seguir preguntándose
si habrán sido los pies en su errar los que hicieron
tan errado el camino
o habrá sido el trazado tortuoso de la senda
el que torció tus pasos.
¿ Y hasta dónde la suerte?
¿ Hasta dónde tu empeño
de doblegar su brazo?
Lo mismo que vilanos, que en el aire
desbaratan los dedos de la brisa,
flotan las dudas.
Ciertas
no lo son ni tus huellas más patentes,
esos versos parduzcos
grabados sobre el barro.
La lluvia del olvido
no gasta miramientos.
Después de tantas millas,
tantas lágrimas
y tanto ahínco en el ensayo error,
todavía no sé a dónde voy
ni de dónde provengo.
Definitivamente
andar a tu albedrío, en libertad,
no es el ejercicio
más apto para ciegos.
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