Si todo es caos,
si todo es contingencia,
entonces, ¿ qué soy yo, sino infeliz
miseria y fatuidad?
¿ Y qué sentido tiene seguir perseverando
en la pelea diaria por el aire?
Acaso el de arrancarle a cada instante
su misterio
y saber
con qué sorpresa a estreno nos sorprende
o con qué nuevo hierro nos hostiga.
Y probar que un suspiro,
liviano como el roce de las alas
de una mariposa,
aunque aligera el pecho, en nada altera
la marcha del absurdo tiovivo existencial.
La náusea de sentirse
el resignado y lúcido paciente,
testigo accidental
del sinsentido que llamamos vida.
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