Llueve.
Leo poemas.
Me pregunto
de qué diluvio íntimo,
saturado de sal y de orfandades,
nacieron estos versos melancólicos.
Se desliza la tarde suavemente
hacia ese momento inevitable
en el que todo tiende a hacerse laxitud
y hasta el latido parece que claudica .
Como mi corazón, la luz se rinde.
Llueve.
Leo poemas.
Me permito
dejarme derrotar por el goteo
de estas palabras, lluvia de aguasal,
que no fueron escritas para mí,
pero aun así golpean mi interior.
Y ocurre una vez más,
la comunión propicia felizmente el misterio:
siento cómo me sanan
al tiempo que me hieren.
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