Ya no
quiero que llores
sobre
mi corazón. Voy sin paraguas
por
ciudades de lluvia . Tantas aguas
van a
acabar pudriéndome mis flores.
Ignoras
cuantas chispas de colores
de mi
clavo sacaron en las fraguas
o que
acalla el frufrú de mis enaguas
bramidos
violadores.
Sólo escuchas mi canto.
No
entiendes que derrama , impenitente,
sobre
mi indefensión notas de amianto.
Que
cada cual ha de inventarse un llanto
que
deje su pupila transparente
dispuesta
para un nuevo desencanto.
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