Sobre
un pañuelo moruno
de
encaje tengo guardadas
tantas
lágrimas ahogadas
como
lloro por alguno.
Cada
mañana reúno
el
coraje suficiente
para
lavarlo en la fuente
y
al sol ponerlo a secar
tarareando
un cantar
para
que me oiga la gente.
A
la gente no le viene
ni
le va si río o peno
porque
del dolor ajeno
no
hay cristiano que se apene.
Por
eso espero a que truene
y
que rompa a diluviar
para
ponerme a bailar
bajo
la lluvia contenta,
así
nadie se da cuenta
de
que me harto de llorar.
Las
lágrimas más sentidas,
las
que guardarme no puedo
porque
dan al alma acedo,
se
van vertiendo abstraídas.
Apenas,
enfebrecidas,
ven
la luz las clarifico,
las
filtro, las alambico
hasta
que en el abocado
buquet
de un verso afrutado
el
llanto lo dulcifico.
No hay comentarios:
Publicar un comentario