Confieso
mi verdad,
estoy
muy sola.
Muy
cansada,
muy
triste...
Y
también muy vacía.
Siento
un hueco en el pecho que me arde
igual
que un sinapismo
mientras
sobre mi piel hace ya tiempo
que se
ha instado el frío más agreste.
Una
pregunta sube a mi garganta,
transformada
en un grito:
¿ A
qué dios le complace crear un ser insólito
para
hacer de su carne desvalida
el ruin
campo de pruebas del dolor,
condenado
a vivir , de siniestro en estrago,
una
existencia absurda y miserable .
Declaro
que me siento
cautiva
en mi crisálida de barro,
sumida
en el más puro desconcierto
que me
hace confesar
mi más
cruda verdad inconfesable.
Que
para cualquier lúcido,
que
sabe que nacemos desahuciados,
termina
por no ser la muerte una amenaza.
Solo es
la sombra oscura,
que te
inspira tu último suspiro
y te
nubla los ojos.
Y te
envuelve en un manto de quietud y silencio.
mientras
el mundo sigue girando por costumbre,
ajeno a
tu vital e irreversible,
pequeño
cataclismo,
y el
Sol se va poniendo.
Y,
compasivamente,
alguna
mano amiga va cerrando tus párpados
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