No hay
mariposas blancas... escorpiones
se
adueñan de mi estómago y me late
dispuesto
el corazón para el combate,
a
veinticinco mil revoluciones
No
puedo permitir que me delate
una
mirada, que mis emociones
dejen
al descubierto los rincones
del
alma en que mi duda se debate.
Tanto y
tanto...
y tan
alto y tan lejano...
tanto
beso que no sabe que existo,
-quizás
tan al alcance de la mano-
Tener
que decidir si a la agonía
del
silencio me obligo o bien conquisto
tu boca
y mi Jardín de la Alegría.
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