Ahora
sé que puedo
liberar
las libélulas azules
que me
habitan la piel
y que
se agitan
cuando
oyen cantar a los torrentes
con
acento encendido, que evoca en su rumor
primaveras
tempranas.
Y
dejarlas que dancen,
desnudas
si se tercia,
en un
claro del monte bajo el manto
protector
de la Luna.
Porque
el mundo dormita
o es
sordo a conveniencia y escucha solo aquello
que llama la atención a su albedrío absorto
en la
virtualidad.
¿A
quién va a interesarle
este
mundo real en que florecen
las
circunvoluciones de ajenos desvaríos ?
Ya
puedo ser yo misma
y nadie
al mismo tiempo.
Ya
puedo dedicarme
a
degustar sin prisa el placer infinito
de
sentir como vibran sobre mi carne exhausta
mil
alas diminutas.
Mientra
algo me dice
que nunca ha cerrerarse este
ciclo extasiado
de mis resurrecciones a go-gó.
de mis resurrecciones a go-gó.
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