martes, 20 de abril de 2021

El peso de la arcilla


 

Contemplo esa vasija

que descansa tranquila en su anaquel,

desconociendo

cualquier vicisitud,

ajena al modo

en que lo vivo se estremece y vibra.


Ella y yo compartimos

el conocer a fondo la sustancia del barro,

pero a ella le basta

con ser una oquedad en la que el aire

se ensancha a su placer

y permitirse el lujo

de dejar que conquisten la noche sus suspiros

convertidos en música,

mientras en mí se vuelve

una ardiente tortura,

un afán para el pecho que soporta

ya demasiados siglos de acopiar

congojas en silencio.


Callar se ha convertido

en el modo de ser de lo que teme

desvelar los secretos que atesora

y carcomen su entraña.


Porque yo sé

que desventrarse a gritos

o exprimir el lagar de la alegría

imitando a los pájaros,

no agota el manantial de las penurias

que te rubrica humano .


Solo ahonda la herida.


Es devolver al polvo

un puñado de huesos doloridos

lo único que amansa los desvelos

del alma desterrada.


Y la libera

del peso y los pesares de la arcilla.


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