martes, 1 de febrero de 2022

Cantando bajo el diluvio


Nadie sabe que existo. Ni siquiera

la paloma torcaz, que su alimento

de mi mano comió y hoy, volandera,

le muestra al aire su agradecimiento.


Las nomeolvides de la primavera

no florecen por mí, ni sopla un viento

propicio a que flamee la bandera

de mi sonrisa sin  comedimiento.


Qué venganza salobre,

aguasal sobre tierra maltratada,

es tentación de hacerse hoy mi llanto.


Pero por más que sobre

razón para lloverme, que anegada

muera la indiferencia ante mi canto.

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