Esta también soy yo, la que persigo
por las aristas de la madrugada
fantasmas del ayer y hasta consigo
no salir totalmente ensangrentada.
La que busca en el fondo de su ombligo
cada pelusa que quedó olvidada
en tiempo de los godos y me obligo
a escribirle una oda entusiasmada.
La que sabe que tiene su enemigo
mayor dentro de sí y resignada
acepta ser el juez, el fiel testigo
y el reo de su error cada jornada.
La que debe vivir, me, mí conmigo,
siempre sola y tan mal acompañada.
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