Son una nebulosa,
un aura sonrosada
anclada a la memoria quebradiza,
aquellas primaveras previsibles
que llegaban vestidas de promesas,
perfumadas de anís
y de insinuaciones.
Quisieras comprobar
palpando su textura,
si fue verdad la dicha que aún
en las noches sin sueño el corazón recuerda,
pero apenas la roza el pensamiento
tirita y se deshace,
cubriendo de humedad desconsolada
el ya triste rincón que es tu presente.
¿ Dónde hallar
el ascua que evapore
los retazos de niebla que impiden a tus ojos
brillar
y concebir igual que antes
esperanzas utópicas?
En este tiempo herido
por la caducidad,
¿ a qué Dios compasivo he de pedirle
que le ordene al infierno que me obsequie
un amor que me inflame?
Solo cuando nos vencen las pasiones ocurre
que las pieles se incendian y las almas se abrasan.
Y una nueva ceniza
da vigor al sustrato soñador e invencible
que alimenta al espíritu.
Y la ilusión renace.
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