domingo, 25 de agosto de 2024

Los trece golpes




A veces tengo ganas de gritar,

de pedirle su voz prestada al trueno

y preguntar:


¿ POR QUÉ?


¿Qué culpa cometí que mereciera

semejante castigo?


Trece golpes infames

que quebrantan un cuerpo y que persiguen

doblegar un espíritu.


Pero yo siempre fui

de las que no se dejan someter

por razones de fuerza.


Opongo resiliencia fieramente

y me avengo a pagar el peaje que impone

estar hecha de carne sensitiva

y de alma sensible.


Sé que duele vivir.


Y que aún duele más

no hacerlo y limitarse

a ser sobreviviente.


Hay que asumir el riesgo de lanzarse

a apurar hasta el fondo el cáliz agridulce

que, por norma, nos brinda la existencia.


Total, si hay que morirse,

lo mismo da el hacerlo sin tener

ni un solo hueso sano.


Que se joda la muerte si no obtiene

de mi un lindo esqueleto....


Y que no haya nadie

que pueda con razón contarle al mundo

que me ha visto rendida ante el rigor

de esos trece desalmados golpes


Ni ante mil trescientos.


Mi victoria

consistió en ignorarlos

y comprobar al fin

que el sañudo dolor, cuando tu arcilla

 humildemente se reintegra al polvo,

por mucho que se empeñe

no alcanza a ser eterno.



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