Qué
buena consejera es la prudencia.
Y
cómo se apresura a cortar manos,
no
sea que nos creen dependencia
si
les da por jugar juegos villanos
Lo
que nunca nos cuenta es la frecuencia
con
que sus procederes cirujanos
vuelven
nuestro vivir inapetencia.
O
el que luego nos sobran los pianos.
Porque
el que no se arriesga jamás sabe
lo
que pesa un revés, ni la alegría
con
que responde el cielo si lo prendes
Que
si soy o no soy ... Ni yo la clave
siquiera
sé de mí , nunca podría
certificarme
tal como pretendes.
Entrégate
al azar de mi anarquía.
Y
apuesta porque siempre te sorprendes
No hay comentarios:
Publicar un comentario