En la
tarde letárgica de Agosto
una
antigua cadencia, ya olvidada,
se
cuela sin permiso por la ventana abierta
y
asalta mi memoria.
Una
imagen regresa a mí retina
esa
plaza, esa fuente,
esas
muchachas
alegres
como pájaros, que al aire le confían
cantando
los secretos de su amor.
Ese
revoloteo
de
rapaces jugando entre risas y gritos
Sentir
paz y quietud.
Imaginar
que tiene su lugar
cada
cosa en el mundo.
Presentir
que
cada cosa estaba allí en su sitio.
Gozar
de aquel paisaje de armonía
optimista,
confiado e inocente
del que, al igual que el aire o los insectos,
también
yo, nimio ser tan prescindible,
era parte vital.
era parte vital.
Y no
saber que el cielo, en un impulso
inusual
de clemencia
se
prestó a bendecirnos, regalándonos
ese
bendito don de la ignorancia.
Porque en aquellos días inefables
no
cabía el futuro ...
Felizmente.
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