Érase
un parque, un banco, una fuente...
Uno de
esos rincones encantados
llenos
de magia, en donde, enamorados,
nos
juramos amor eternamente.
Me
regalaste un libro y una rosa
aquel
Abril en el que un primer beso
me
robaste, tan tímido y travieso
como el
roce de una mariposa.
Recorremos
en tardes otoñales
doradas
sendas, bajo la armonía
que los
jilgueros crean con sus cánticos.
Ojalá
que en los días invernales
paseemos
al Sol del mediodía
de la
mano, sintiéndonos los más viejos románticos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario