Arma feroz e incruenta,
sigue, terco, en sus trece...
De nuevo tiene el verso
- como debe a su sino-
preparado su filo más cortante,
dispuesto a continuar con la farsa dramática
de hacerme el harakiri.
Pero yo, ¿ qué hago aquí,
dilapidando
la media avemería que me queda
en ir emasculándome
los entresijos de mis sentimientos
y mostrando al desnudo
mi intimidad más cruda,
más doliente
y auténtica.
Y, total, ¿para qué,
si no existido nunca un corazón
capaz de acompasar
con otro su latido?
De poco ha de servirle
al mundo el que disponga yo mis vísceras
al alcance del hambre de los cuervos,
si no ha de haber jamás
unos ojos tan cálidos que puedan
mirarse en el espejo de otras lágrimas.
Pero no me acostumbro
a sangrar hacia adentro...
Me temo que también
yo debo continuar cumpliendo mi destino.
Debo seguir andando
por las playas inciertas de la vida
y dejando mis huellas encarnadas
sobre la arena húmeda
mientras me deje aún la bajamar.
Disfrutando el espléndido espectáculo
de ver como una hermosa Luna Llena
aparece detrás del horizonte.
Poco importa
si la marea oscura,
que ha de borrarlas,
crece.
Y mi voz y mi verbo se diluyen
en la indolora impavidez del tiempo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario