De qué nos sirve llamar
luminaria a cada estrella,
líquido juglar al río
o tapiz verde a la hierba.
Nadie necesita un nombre
para saber lo que quema
o lo que le hace soñar
al llegar la primavera.
Las cosas son lo que son,
algunas , por ser complejas,
requieren pocas palabras
para interpretar su esencia.
Por eso le llamo miedo
a lo que en mi cuerpo tiembla
y amor a la devoción
febril que en mi pecho alienta.
Y esperanza al loco impulso
de perseguir entelequias
imposibles, apostando
a no quebrarse en la espera.
Yo, que busco en la metáfora
rizarle el rizo a la idea,
si se trata de sentir
me olvido que soy poeta...
O no...,porque , como dicen
los que tienen experiencia,
la palabra más sencilla
suele ser la más auténtica.
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