martes, 17 de noviembre de 2020

Paisaje apocalíptico ( De la caducidad)


Cada año crepita la hojarasca

bajo nuestros zapatos

y llega con su escarcha y sus noches oscuras

puntualmente el invierno.


De la caducidad

no se puede decir

que nos coja a tración , sin un aviso

o que se muestre

demasiado sutil con sus señales.


Desde siempre he tenido la certeza

que habría de llegar,

pero es que ahora siento

su rumor incesante de carcoma,

que, minuto a minuto,

troquela mis ruínas.


De ausencias a renuncias,

toda yo soy una irremediable

gemación de vacíos

proliferando dentro.


*******


Mi tiempo se termina,

lo sé

y , aunque me duele,

no es lo que más temo.


Lo que más me tortura

es que saber que  de aquí no he de poder llevarme

ni una flor , ni un poema,

ni una canción , ni un beso

que hagan ese viaje hacia la nada

un poco más amable

y den por mí razón de lo que fui.


Ni siquiera esa media docena de sonrisas

que me presten calor  y me recuerden

a los que más amé.


La soledad desnuda,

revestida de frío y de silencio

es lo que nos espera en el lugar sin nombre

donde reina el olvido.


Es la dura verdad

que sin querer te enseña

el ser superviviente y haber ido rodando

por tantas estaciones.


El reto es aprender

a mirarse de frente en los espejos.


Y a mentirte .


A decir

que es tristeza y cansancio

lo que te va opacando la mirada,

cuando solo es pavor.


Pavor desesperado,

casi un grito

atemperado por los destellos húmedos

de la resignación.


No hay una imagen

que defina mejor un verdadero

paisaje apocalítico.


Por eso todos tratan de ignorar

los ojos de los viejos.





No hay comentarios:

Publicar un comentario