Cuando vas caminando
por senderos de niebla vespertina,
no conviene volver la vista atrás,
se entristece el espíritu
al ver cómo te siguen , igual que perros fieles
las sombras de tus sueños.
Solo te cabe andar rumbo a la noche
con ese paso humilde, que procura
no lastimar las piedras que el destino
puso bajo su pie.
Dejando que tus ojos
se enreden en las zarzas de todos los ribazos
y que bajo el influjo sanador
de una suave mirada compasiva
se conviertan en lirios.
Sintiendo que es posible
que aún quede un atisbo de esperanza
y antes de que el día agonizante
traspase el horizonte
salga un rayo de Sol y te descubra
alrededor la magia de un campo de genistas.
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