Mariposas nocturnas,
seducidas
por la atracción fatal de su llamada,
sobre la oscuridad
hay difusas imágenes
que pasan por delante de los ojos
semejantes a aquellas
que preceden al sueño.
Únicamente son
retazos de otro tiempo ya vivido
que a fuego y a querencia en tu retina
fueron quedando impresos.
Quisieras ser capaz
de aprisionar al vuelo su efímera emoción,
aunque para lograrlo
tuvieras que quemarte las pestañas.
Poder reproducir
esa iconografía de los tiempos felices
en sus detalles mínimos,
hasta aquel esplendor humilde y fresco
que tenía la hierba,
bien valdría exprimirte el poco de humedad
que todavía queda en tu mirada.
Si todo fuese ahondar
un poco más el pozo de tus lágrimas...
Pero es mejor dormirse.
Sabes que no hay manera
de acallar con recuerdos la angustia existencial
ni te conviene
revivir el ayer.
La luz hiere los párpados
y aniquila el espíritu
que ha tenido que ir acostumbrándose
a tejer realidades con las sombras
que pueblan los desiertos
de sal de una almohada.
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